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Investigadora UBB: “Hay que garantizar el derecho al confort térmico de los niños”

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Han pasado poco más de dos semanas desde que se transformó en noticia la gélida condición en la que los alumnos de un colegio de San Pedro de la Paz reciben sus clases y pasan largas jornadas. La denuncia, en medio de días especialmente fríos en la ciudad, fue que debían soportar temperaturas que bordeaban los 0°C. Casi como estar a la intemperie, pero entre cuatro paredes.

Es un reflejo de la desigualdad de la sociedad. Es una cadena, los niños se adaptan, pero los que más lo hacen son los que provienen de familias más pobres, muchos viven en campamentos, están acostumbrados a situaciones adversas, asisten a escuelas más vulnerables, con temperaturas más bajas en sus salas de clases y muestran menor rendimiento académico. Por ello, no se trata de conformarse con que los niños se adapten más, sino con garantizar su derecho al confort térmico, comprometiéndose a mejorar la infraestructura y diseño de las escuelas e implementando sistemas de calefacción sustentables, eficientes y económicos, porque de otro modo no los van a usar”. Dra. Maureen Trebilcock

Una situación indignante, pero lejos de ser un hecho aislado ni mucho menos reciente. De eso puede dar fe la doctora Maureen Trebilcock, directora general de Relaciones Institucionales de la Universidad del Bío-Bío, y académica e investigadora de la Facultad de Arquitectura.

Hace cerca de ocho años comenzó a trabajar en torno a temas como el confort térmico en las aulas escolares junto a un grupo de expertos. “Existe el derecho al confort térmico, pues es una dimensión del bienestar, pero pareciera que los niños son un segmento que no tiene este derecho, porque un adulto, en una oficina, no soportaría las condiciones que ellos soportan, sea en temporadas de frío o de calor”, afirma la arquitecta, especialista en Arquitectura Sustentable y Eficiencia Energética.

Normas versus estudios

La profesional ha participado en distintos estudios y el primero, con establecimientos rurales de las regiones de la Araucanía y de Aysén, halló que había temperaturas muy inferiores a lo que la normativa dicta, cuenta.

El 2012 formó parte del equipo que desarrolló una guía sobre eficiencia energética para establecimientos educacionales, en colaboración a la Agencia Chilena de Eficiencia Energética y el Ministerio de Educación. Más recientemente vino un proyecto de investigación Fondecyt, que trabajó con escuelas con distintos grados de vulnerabilidad de Iquique, Santiago, Concepción y Puerto Montt. “Medimos la temperatura en aulas de cuarto básico durante el invierno y a fines de la primavera. Además, hicimos encuestas a los niños y profesores”, cuenta.

Y, ¿qué encontraron? “Sobre todo en Santiago, Concepción y Puerto Montt, en invierno las temperaturas estaban mucho más bajas de lo que se esperaría por las normas que existen y las recomendaciones internacionales. En verano, principalmente en Santiago, muy altas”, cuenta. Uno de los casos que más llamó la atención fue un establecimiento de Santiago con altos índices de vulnerabilidad, donde en agosto la temperatura en un día fluctuaba entre 8° y 15°, y cuatro meses después entre 25° y 32°. “Prácticamente es lo mismo que hay al exterior”, apunta.

-En Chile, lo único que regula la sala de clases es un decreto supremo del Ministerio de Educación (el 548), que habla de 12°, pero eso no tiene nada que ver con lo que se recomienda en las normas internacionales. Éstas recomiendan entre 20° y 26° grados como rango.

¿El estudio arrojó otros datos?

-Sí, podemos deducir que 20° pueden ser muy altos, sobre todo porque los niños se adaptan a temperaturas bajas fácilmente, entonces podríamos hablar de un rango que podría ser entre 17° y 18°.

De las encuestas que realizamos, algunas cosas interesantes que descubrimos tienen que ver mucho con la resiliencia de los niños. Tienen un metabolismo distinto al de los adultos y se adaptan más al frío, y no soportan mucho las temperaturas altas. Su confort, en general, está dado a temperaturas más bajas que los adultos. Esto también ha sido encontrado por estudios internacionales. No obstante, en Chile esta adaptación al frío es con una serie de capas de vestimenta, que no es lo que uno esperaría, pues puede afectar su comodidad y movilidad, lo adecuado es que las aulas estén a una temperatura más confortable.

¿Por qué las aulas no se mantienen confortables térmicamente?

-El diagnóstico es la mala calidad de la construcción, principalmente los establecimientos antiguos, porque los más recientes tienen otros estándares, también un mal (o nulo) aislamiento de muros y techos, ventanas con marcos de acero, vidrios simples y algunas además están rotas. Si no tienen calefacción es poca la diferencia entre estar ahí y a la intemperie. Y si tienen, si la construcción es mala es gastar energía en calefaccionar sin resultado, porque el calor se escapa. En otros casos, los sistemas de calefacción no se ocupan porque generan un alto costo que no alcanza a cubrir el presupuesto del colegio.

¿Hay vínculo entre la temperatura y el rendimiento escolar?

-Intentamos hacerlo, pero no es muy fácil, ya que el rendimiento de los escolares es multifactorial. Lo que sí vimos, es que en las escuelas más vulnerables los niños se adaptan a temperaturas mucho más bajas: su temperatura de confort era 13°, la que es bajísima. En los de menor vulnerabilidad nos daba 17° o 18°. Es una diferencia súper importante y coincide en que los más vulnerables tienen menor desempeño en el Simce y un rendimiento académico más deficiente.

Y si bien no se puede establecer científicamente la relación entre los dos factores, se puede inferir. Si una sala en invierno está entre 8 y 15°, y cuatro meses después el termómetro incluso supera los 30, es imposible no le afecte a los niños.

¿Qué cree que demuestra esta realidad? ¿Qué hacer?

-Es un reflejo de la desigualdad de la sociedad. Es una cadena, los niños se adaptan, pero los que más lo hacen son los que provienen de familias más pobres, muchos viven en campamentos, están acostumbrados a situaciones adversas, asisten a escuelas más vulnerables, con temperaturas más bajas en sus salas de clases y muestran menor rendimiento académico. Por ello, no se trata de conformarse con que los niños se adapten más, sino con garantizar su derecho al confort térmico, comprometiéndose a mejorar la infraestructura y diseño de las escuelas e implementando sistemas de calefacción sustentables, eficientes y económicos, porque de otro modo no los van a usar.

Fuente: Diario El Sur, domingo 24 de junio, 2018, pag. 19.

http://www.elsur.cl/impresa/2018/06/24/full/cuerpo-principal/19/

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